Y por serlo, por ser contagiosa, cada uno tenemos
nuestra responsabilidad en ser portadores de una alegría que partiendo desde
nuestro interior, desde lo más íntimo de nuestro corazón, se irradie al
exterior para que sea captada por otros y se puedan beneficiar de ella. Me
dirán ustedes si acaso puede ser alegre alguien que se siente atenazado por un
grave dolor, enfermedad, desgracia familiar, o por cualquier contrariedad de la
vida. Les diré que sí, que esa persona también puede ser alegre, y de hecho
muchas veces nos hemos encontrado con gente así en el cruce de caminos de la
vida. ¿Quién de nosotros no conoce alguna mujer sencilla y amorosa, cuya vida
está llena de problemas, y sin embargo sonríe a la vida?
Mucho depende de lo que entendamos por ser alegre,
que es distinto a estar alegre. Nuestra lengua distingue muy bien entre el ser
y estar. El ser denota algo que toca el núcleo de la personalidad, el centro de
mi propio ser y existir; ser de una manera u otra significa que la persona
pertenece a un modo de existencia que probablemente es la marca de sí mismo, su
característica propia y existencial. Así puedo decir que soy chileno, y lo seré
toda la vida; soy hombre, soy mujer, soy blanco o negro. El concepto estar es
algo que pertenece más bien al mundo de lo transitorio; algo que puede estar o
no, y no por eso cambia la esencia de mi personalidad. Alguien puede estar
enfermo sin ser una persona enferma, puede estar enojado sin ser una persona
enojona, puede estar alegre sin ser una persona alegre.
No pretendo en estas breves líneas hacer una clase
de filosofía, y por supuesto que a todo lo que acabo de decir se le pueden
añadir muchas advertencias, matices y hasta correcciones. Sólo quiero decir que
hay personas que son alegres de adentro, de lo profundo de su ser, y que esa
alegría permanece en ellas aunque en un momento dado de sus vidas se sientan
abatidas por la tristeza de los acontecimientos pesarosos que nunca faltan en
la vida de las personas. Hablo de la alegría verdadera, de esa alegría muchas
veces silenciosa, nada ruidosa ni bullanguera, que se anida en el corazón de
las personas y produce una gran paz interior que se irradia al exterior. Es la
alegría de mucha gente sencilla, de hombres y mujeres de corazón limpio, de
mirada limpia, de mente amplia, de pensamientos nobles, que nos contagian su
paz y alegría cuando apenas cruzamos con ellos las primeras palabras o la
simple mirada. Lo escuchamos en el lenguaje corriente: “ese hombre, esa mujer,
tiene algo que cautiva con solo mirarle a los ojos. Esa mujer, ese hombre no sé
qué tiene, pero lo cierto es que cada vez que se cruza en mi vida me contagia
una enorme paz que me dura todo el día”. Expresiones así las hemos escuchado de
vez en cuando.
Es verdad: la alegría es contagiosa; la alegría se
comunica, y al comunicarse se renueva. Es así porque los seres humanos no somos
islas; somos seres sociables que hemos nacido de la relación de un hombre y de
una mujer, y conservamos para siempre la marca de lo relacional. Somos menos
hombre y menos mujer cuando permanecemos aislados, cuando nos encerramos en
nuestro egoísmo individualista y no nos comunicamos. Es entonces también cuando
nos invade la tristeza. La tristeza en que se agotan algunas personas de
nuestro entorno puede deberse a esta corriente de nuestro mundo que con sus
ofertas exitistas y engañosas hace creer que la felicidad se encuentra donde no
es posible hallarla: en una forma de vida egoísta, encerrada en la propia
complacencia, en una forma de vida cómoda y avara.
Se acerca la Navidad. El protagonista de esta
fiesta –aunque a veces se nos olvide- es aquel niño Jesús que nació pobre y
humilde en Belén, pero que fue un gigante en la defensa de la Vida, de la
Justicia y del Amor incondicional a todo hombre y mujer, sin fijarse en
apariencias externas. La paz que brota de su mensaje a toda persona de buena
voluntad es la paz que brota también de todos aquellos que saben vivir la vida
sencilla, contagiosa de alegría. Feliz Navidad.
Para Tejemedios escribió:
JOSÉ LUIS YSERN DE ARCE
SACERDOTE, DOCTOR EN PSICOLOGÍA