NAVIDAD, INSTANCIA DE DIÁLOGO

Desde niños escuchamos en villancicos y canciones navideñas la inolvidable frase: Paz a los hombres de buena voluntad. Y es que la Navidad al celebrar el nacimiento de Jesucristo, príncipe de la paz, nos llama a mantener vivos esos sentimientos de paz, diálogo, acercamiento entre las personas. Independientemente de que seamos creyentes o agnósticos, la fiesta de Navidad es, debe ser, para todo hombre y mujer de buena voluntad, un llamado a reforzar sentimientos de paz, reconciliación, solidaridad.

Es bueno empezar por la reconciliación consigo mismo. Todos tenemos experiencias, vivencias, conductas de las que podemos gloriarnos y sentirnos orgullosos, pero también tenemos otras que nos avergüenzan, humillan, nos hacen sentir mal con nosotros mismos. Son las luces y sombras que acompañan la vida humana. Ninguna persona normal puede escaparse de ese caminar entre luces y sombras. Un signo de madurez psicológica es saber aceptar nuestras sombras, caídas, fallas y errores, con la misma naturalidad que aceptamos nuestros aciertos, bondades y virtudes. Sólo cuando nos reconciliamos con nosotros mismos aceptando nuestra verdad tal como ella es, con lo agradable y desagradable, es como podremos sentirnos verdaderamente libres y podremos caminar en forma más plena hacia nuestro mejor desarrollo personal.

Una vez lograda la reconciliación consigo mismo viene por sí sola la reconciliación con el otro, con los demás. La Navidad es una ocasión muy propicia para motivarnos a esa reconciliación con los demás. ¿Quién no ha ofendido alguna vez a alguien? ¿Quién no ha sido alguna vez ofendido por otro? Las personas de buena voluntad saben pedir perdón y saben conceder el perdón. Esa actitud del perdón solicitado y del perdón otorgado contribuye sin duda a nuestra dicha, a nuestra paz interior. Nuestro mundo, tal como nos lo presentan los grandes medios masivos de comunicación, parece estar saturado de violencia, miedos, inseguridades. No negamos esa realidad, pero también es cierto que los acontecimientos de bondad, entrega, generosidad, son quizá más frecuentes que los otros; pero estos, los de diálogo y cercanía, los de proximidad y ayuda, puede ser que no llamen tanto la atención y por eso no hacen noticia. Ante los hechos de atropello a la dignidad humana, ante los acontecimientos de violencia que acarrean tanto sufrimiento a personas inocentes, la Navidad es una respuesta de todo hombre y mujer de buena voluntad a la llamada del hombre que sufre.

Vivir la Navidad significa andar con ojos y oídos bien abiertos para escuchar el clamor de tantas personas que sufren injustamente. Todo hombre bien nacido, toda mujer bien nacida, no puede permanecer indiferente al dolor ajeno. El consumismo que suele adueñarse del modo de vida de estos días no puede convertirse en una especie de narcótico que nos impida ser sensibles a la realidad poco feliz de tantas personas. La Navidad nos enseña a compartir los mismos anhelos de justicia y paz para todos, a la vez que nos motiva a compartir el mismo horror y rechazo hacia todo lo que se aleja del ideal humano de justicia, libertad, paz. Dios nos ha hecho hermanos para que nos tomemos de las manos. Feliz Navidad.

Para Tejemedios
Padre José Luis Ysern de Arce (Diciembre 2012)

DONACIÓN DE ÓRGANOS, DONACIÓN DE VIDA

Escribo estas líneas cuando me acabo de informar del buen resultado que ha tenido la intervención quirúrgica de trasplante de corazón a una joven chilena en un hospital de Viña del Mar. Ella era la primera prioridad nacional para la recepción del corazón en caso de que se presentara un donante. Y el donante llegó en la persona de un hombre joven que falleció, dejando intacto el funcionamiento de su corazón.

Para que esta joven haya podido beneficiarse de un corazón nuevo, ha sido necesaria la muerte de otra persona. Si esta mujer beneficiada con el corazón recién trasplantado supera bien el tiempo crítico posterior a la intervención quirúrgica, tendrá muy claro a quién le debe la vida. Y de todas maneras, los padres de ella, que clamaron por la urgencia de un corazón para su hija, también saben a qué padres tienen que dar las gracias –como ya lo han hecho- por la nueva vida de su hija. Tanto los padres donantes, como los padres receptores, están ahora vinculados por un mismo corazón que los une en medio del dolor y de la alegría, en medio de la vida y de la muerte. Aquí hay algo más que un órgano físico solicitado y donado. Aquí hay algo más profundo que una víscera cardíaca. Aquí ha habido un gesto de amor solidario que ha sido capaz de engendrar una nueva vida.

Porque eso es la donación de órganos, y eso es lo que tiene que entender nuestra sociedad chilena. Donar nuestros órganos, ser donantes de órganos, es nada más y nada menos que donar vida; es un gesto de sincera solidaridad que entiende la vida como un misterio de amor. Para lograr que nuestros conciudadanos entiendan así la donación de órganos, como ya lo han entendido muchos, es necesario que se derrumben algunos prejuicios, mitos e ignorancias. Sabemos que esto requiere de campañas masivas de los medios de comunicación, orientadas en esa dirección. Si los medios se lo proponen pueden emprender campañas bien realizadas, inteligentemente concebidas y diseñadas, que ayudarán a acabar con ciertos prejuicios sobre el tema de la donación de órganos. Hemos visto casos en los que la persona con muerte cerebral ha dejado bien establecido que es donante, pero llegado el momento decisivo, la familia se ha opuesto tajantemente, motivo por el cual la donación no pudo llevarse a cabo.

Hay prejuicios que van desde motivaciones religiosas hasta de desconfianza. En el caso de la desconfianza no faltan personas que creen que si el equipo médico sabe que soy donante de órganos, a lo mejor no me cuidan con tanto esmero en caso de accidente, o incluso se las arreglarán para acelerar mi muerte y negociar con mis órganos.
Si alguien piensa de esta manera (y de haberlos los hay) quiere decir que algo huele a podrido en nuestra sociedad; quiere decir que se ha inoculado en nosotros el virus de la desconfianza a un nivel ciertamente peligroso. En cuanto a los prejuicios de tipo religioso, sólo hay que decir que el Dios de los cristianos es el Dios de la vida, y que todo lo que vaya a favor de la vida cuenta con la bendición de Dios. Todo en la fe cristiana, absolutamente todo, va en la línea del amor al prójimo, identificando el rostro del mismo Dios con el del prójimo. De modo que, al menos en la fe cristiana, todo va a favor del amor. Y no cabe duda que la donación de órganos es uno de los más lindos gestos de amor.

Para Tejemedios
Padre José Luis Ysern de Arce. Octubre 2012.
Doctor en Sicología


PATRIA POR CONSTRUIR: RAZONES PARA LA ESPERANZA

Escribo estas líneas en un apacible atardecer casi primaveral, mientras a través de la ventana me llegan desde la calle sones y tonos del septiembre de la patria. Y naturalmente pienso en la patria que entre todos tenemos que construir. Soy un hombre de esperanza, tengo esperanza en que sabremos hacerlo. No es fácil construir la patria que queremos; requiere cambiar muchas cosas, suprimir algunas y crear otras nuevas. La patria, la sociedad que se asienta en ella, nunca está terminada, siempre es perfectible, cada vez puede ser mejor. Tengo motivos para mi esperanza; no soy un pobre iluso que cifra sus anhelos y proyectos en las nubes, sin fundamento alguno. Conozco nuestra realidad difícil, la violencia que se cierne sobre nosotros en las reacciones agresivas de mucha gente, las injusticias sociales que marcan las desigualdades de nuestro Chile, que se encuentra entre los países destacados por una de la mayores inequidades del mundo. Conozco muy bien que en el Chile hoy hay mucho dinero pero que está muy mal distribuido, y que por lo mismo hay que seguir pensando en cómo lograr una mejor educación de calidad, y una mejor salud de calidad para todos.
Conozco esta realidad, y a pesar de todo tengo razones para avivar mi esperanza en que lo vamos a hacer cada vez mejor, y que vamos a lograr un Chile cada vez mejor. Me siento muy interpretado por el gran arzobispo de Milán, el cardenal Carlo María Martini, que acaba de morir. Él fue el hombre del diálogo abierto y sincero con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes y no creyentes, agnósticos y ateos, intelectuales y políticos de cualquier tendencia y posición, con creyentes cristianos y de cualquier otra religión. Su actitud es la de muchos hombres y mujeres que también tenemos en Chile y cuya manera de ser y de pensar anima mi esperanza para la construcción de una patria mejor, más participativa, más equitativa. Ante la crispación agresiva de algunos medios y personas, escucho voces que se levantan hablando de comprensión, diálogo, justicia, sana indignación, no violencia activa.
En la entrevista aludida de Carlo María Martini se habla de la necesidad de ser hombres libres, hombres y mujeres que no sean esclavos de nada ni de nadie. Esa libertad se cifra en el estilo, en la manera de ser de aquellas personas que saben estar cerca del prójimo, sin prejuicios, sin temores, sin estereotipos que muchas veces nos vienen de generaciones anteriores, y que marcan peyorativamente nuestra cultura. También hoy en Chile existen hombres y mujeres así, organizaciones y agrupaciones así, que se esfuerzan en crear un ambiente de respeto a la dignidad de las personas, de toda persona, independientemente de su condición social, política, religiosa, sexual, económica, etc. Tenemos que dar por superados aquellos tiempos en que las personas se medían y cotizaban por apariencias externas, status social, boato y aparato burocrático. Hoy encontramos en Chile muchos hombres y mujeres, jóvenes y adultos, que saben muy bien y lo pregonan a los cuatro vientos, que no hay que fijarse en las apariencias sino en los rostros, rostros para mirar, respetar, acariciar. Tengo esperanzas en que seremos capaces de construir una patria mejor.

Para Tejemedios
Sacerdote José Luis Ysern de Arce
Doctor en Psicología

LECCIONES DE UNA CRISIS

Al momento de escribir estas líneas me encuentro en mi tierra natal de España, donde la prensa, los medios de comunicación social de todo tipo, especialmente los noticieros de televisión, parecieran ser monotemáticos: la crisis económica. Es el mismo tema que se advierte en las reuniones informales y conversaciones coloquiales. Se palpan las protestas y molestias por la realidad que el ciudadano común y corriente percibe todos los días, y que se traduce sobre todo en el alto nivel de  cesantía. Algunos opinan que los españoles en general siempre han sido protestones, pero ahora las encuestas y estadísticas, están ahí para justificar las razones objetivas de su indignación. Sin embargo, las distintas reacciones que se observan en la gente pueden llevarnos a ver cómo de estas crisis –como pasa con todas las crisis- se pueden extraer algunas provechosas lecciones.

Primera reacción: “nos habíamos acostumbrado a vivir por encima de nuestras posibilidades y nadie se apretaba el cinturón”. Es una frase que se escucha aquí con frecuencia. La crisis sirve, por lo tanto, para reconocer una verdad y sacar conclusiones de la misma. Reconocer la verdad es empezar a caminar hacia la buena solución. En este caso una de las vías de solución está en vivir con más austeridad y sobriedad, más de acuerdo a las posibilidades reales de cada uno. Pienso en algunas familias chilenas que, víctimas del consumismo, viven también por encima de sus posibilidades. ¿Por qué? Porque la publicidad, el afán de aparentar, los modelos que presenta la TV, a la que tan apegadas están muchas personas en nuestro Chile, les ofrece un mundo de fantasía que fascina y atonta: algunas personas quieren vivir como esos ejemplos que ven en la pantalla. Seguir modelos así, supone carencia de sentido crítico, y también un cierto bajo nivel de autoestima.

Segunda reacción: “esta crisis nos va a hacer más humildes y solidarios”. Y de hecho veo cuántas personas colaboran con otras que lo pasan mal, cuántos jóvenes se inscriben en voluntariados para ayudar en países subdesarrollados, cómo crecen las listas de donantes de órganos, cómo me preguntan a mí mismo en qué me pueden ayudar para algún proyecto de colaboración en Chile. De verdad encuentro mucha gente muy solidaria. Y es que las crisis nos ayudan a despojarnos de todo sentido de prepotencia y orgullo. Nos ayudan a pensar que somos frágiles, vulnerables, que nadie es perfecto, que todos somos personas endebles y desvalidas. ¿No le pasa algo parecido a una pareja amorosa cuando entra en crisis dolorosa y dura, crisis a la que no encuentran salida? Sin embargo, una vez superada dicha situación, dicen algo así como “bendita crisis que nos hizo aterrizar a la realidad. Hoy nos amamos más y mejor”.

Toda crisis, tanto personal como social, nos ayuda a crecer si las sabemos asumir con humildad y buen criterio.

Para Tejemedios
Padre José Luis Ysern de Arce
Doctor en Psicología


UNA BUENA MUJER EN UNA BONITA CARTA

Me refiero a la obra de teatro de Juan Pablo Garrido titulada: “Carta imaginaria de Bernardo a su padre”. En dicha obra, a través de una carta cuyos contenidos se van representando en el escenario, nos hallamos ante una realidad que sigue siendo actual en muchos casos: los sentimientos de un hijo ante un padre a regañadientes, contrariado, porque lo mejor para él habría sido que ese hijo nunca existiera. Este padre hubiera deseado ocultar al hijo absolutamente para que nunca se hubiera sabido de su existencia. Es un hijo natural, de madre soltera, que en aquellos tiempos y en aquella cultura mojigata, hipócrita y puritana, puede ser mirado como ignominia para su madre, y como intruso perturbador para los planes y proyectos de su padre, hombre importante. El hijo ha venido sin que lo llamaran, sin ser deseado para su padre, y durante toda su vida sufrirá la afrenta de la marginación por parte de su progenitor. Este se ocupará de financiar la educación del hijo en buenos colegios e instituciones, pero no mostrará hacia él la cercanía y proximidad afectiva que necesita y echa de menos.

De todo esto nos enteramos por esa carta que el joven escribe a su padre, y que es en realidad la protagonista gráfica de la obra de teatro que comentamos, en cuanto que en ella se contiene el argumento central del drama representado. Pero este documento epistolar es el medio que nos transmite la figura de la otra gran protagonista, ahora de carne y hueso, de toda esta historia: la madre de Bernardo. Se nos agiganta la figura de esta gran y buena mujer. Ella es la típica mujer que todos admiramos por su fuerza, por su lucha contra viento y marea, por saberse sobreponer a todos los inconvenientes a los que tiene que enfrentarse desde el momento en que se entera de su embarazo. Conocemos, porque es antiguo y actual, el caso de esa mujer, madre soltera, que en aquellos tiempos, como en los de ahora, tiene que salir adelante con su hijo a pesar de todos los pesares. En aquel tiempo, más que ahora, tenía que enfrentarse además al estigma ignominioso que significaba ser madre soltera. La de entonces era una sociedad mojigata, marcada por una cultura hipócrita y cínica, que no vacilaba en dirigir sus dardos envenenados contra la mujer que vivía las circunstancias de la maternidad fuera del matrimonio. La sociedad actual ha mejorado quizá en algunos aspectos; parece que ya no estigmatiza de manera tan despiadada a esta madre soltera, pero tampoco carece de otros síntomas de cinismo y falsedad.

¿Dónde reside la fuerza de esta gran mujer que vemos reflejada en la carta imaginaria de Bernardo, bonita creación ingeniosa de Juan Pablo Garrido? Sin duda ninguna en lo que es la explicación de las mejores fortalezas con las que cuenta la humanidad: en el amor.
El amor todo lo puede, todo lo soporta, todo lo alcanza. El amor no se rinde jamás.
El maravilloso invencible poder de esta mujer reside en su gran amor de dos vertientes:
El amor al padre de su hijo, y en el amor a su hijo. Bendito amor que nunca pasa de moda.

Para Tejemedios
Padre José Luis Ysern de Arce
Doctor en Psicología
Julio 2012

CIENCIA Y FE

Este año se celebra el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II por el Papa Juan XXIII, el Papa bueno. Cuando alguien le preguntó por qué abrigaba tanta ilusión y tantas esperanzas acerca de este gran acontecimiento, y le pedían qué es lo que esperaba de dicho Concilio, el hombre, en un gesto que dice más que las palabras, y que revela bien el meollo de su personalidad, se limitó a abrir las ventanas de su biblioteca mientras decía: “¿Qué quiero del Concilio? Esto es lo que quiero: aire fresco para la Iglesia”. Efectivamente, la Iglesia necesitaba entonces -y necesita ahora- una renovación.

En realidad, toda institución, al igual que toda persona humana, necesita permanecer en estado de continua renovación. Todos necesitamos dejar bien abiertas las ventanas de nuestra personalidad para que entre aire fresco que renueve nuestros pulmones. Algunos entendidos en temas eclesiásticos comentaron después, y no sin cierta ironía, a la vista de algunas reacciones posconcilio, que lo que vino para la Iglesia fue más que aire fresco, vino un verdadero ventarrón que la removió hasta lo más profundo.

Uno de los grandes temas que adquirieron especial interés a partir del Concilio es el del diálogo fe – ciencia. Los que somos mayores recordamos todavía aquellos tiempos en que no era raro encontrar cierta sospecha y recelo entre los hombres de fe y hombres de ciencia. Gracias a Dios esta actitud de mutua sospecha no sucedía entre todos los mejores científicos y mejores creyentes, -de hecho abundan ejemplos de serios científicos que a la vez son grandes creyentes- pero sí se daba en muchos hombres y mujeres de ciencia. El Concilio Vaticano II abrió horizontes nuevos al poner énfasis en las grandes verdades de Jesucristo, al centrarse en lo más importante del Evangelio, que es el amor incondicional y sus consecuencias. Así, hoy todo creyente sabe que la ciencia y la fe sólo son verdaderas si están al servicio del hombre y de la mujer contemporáneos.
La fe y la ciencia, como lo dice el Concilio, están al servicio del mundo. Una fe y una ciencia que no me ayuden a enfrentar de mejor manera la realidad de los hombres y mujeres de hoy; una fe y una ciencia que no me ayuden a hacer esa realidad cada vez más humana, más vivible y sana, más acogedora y motivo de felicidad, no me sirven de nada, no las quiero. Las rechazo como material desechable.

No creo en un Dios alejado de las personas, castigador y frío, indiferente a los dolores y penurias de la gente, a sus gozos y esperanzas, indiferente a las angustias y tristezas de los hombres y mujeres que caminan en nuestro mundo. Ese Dios no existe; ese Dios no es el de Jesucristo. Hoy sabemos que los campos de la fe y de la ciencia son distintos, por supuesto; que cada una tiene su propio objetivo que las hace realidades autónomas, claro que sí. Pero a la vez afirmamos sin vacilación alguna, que son dos mundos de conocimiento que no son excluyentes el uno del otro, y que deben ser complementarios.

No hay oposición entre la fe y la razón; sí la hay entre la ciencia y el delirio religioso. No hay oposición entre la fe y la ciencia, sí la hay entre la recta razón y el fanatismo religioso. No hay oposición entre la verdadera ciencia y el dogma razonado; sí la hay entre el fundamentalismo científico y el dogmatismo cerrado. La preocupación que hoy nos invade a los creyentes no es la confrontación entre estas realidades fe – ciencia, sino ver qué hacemos para que ambas se den la mano y trabajen juntas en el logro de un mundo más humano.

Para Tejemedios
Padre José Luis Ysern de Arce
Doctor en Sicología
Junio 2012

FE Y POLÍTICA

Se me ocurre esta reflexión porque veo por doquier mucho escrito, y oigo por doquier mucho ruido, acerca de las próximas elecciones municipales chilenas. Por otro lado, como me he puesto a escribir justo el día siguiente al Domingo del Buen Pastor, se me ocurre que algunas de las características de este pastor le vienen bien al buen político y al buen alcalde. El año 1927 el Papa Pío XI salió en defensa de los jóvenes de la Federación de Universitarios Católicos Italianos -la equivalente a la Asociación de Universitarios Católicos (A.U.C.) de Chile- porque los acusaban, en tiempos de Musolini, de que se metían en política. Entonces el Papa, con toda su autoridad, dijo que la política es la máxima expresión de la caridad. Es decir, el buen político es el buen hombre o la buena mujer que se propone como meta de su vida el servir incondicionalmente a la comunidad, a los ciudadanos. No sólo a quienes le han elegido, sino a todos a quienes corresponde su distrito o jurisdicción. Por eso no cabe sino felicitar a las personas que se sienten movidas por este noble interés político.

Todo hombre o mujer que se siente atraído por este afán de servicio –sea o no sea creyente- merece todo nuestro apoyo y elogio. Desde mi fe creyente aplaudiré siempre a estas personas que han hecho de la política un verdadero interés, sincero y auténtico, por servir al prójimo, especialmente a los más necesitados, marginados y abandonados.

Desde esta perspectiva, el buen político sabe que está al servicio del bien público y que ese bien, bien común, hay que gestionarlo con toda honestidad y seriedad. Los creyentes podemos afirmar desde las exigencias de nuestra fe que todo poder –político, social, y también religioso- que no esté al servicio del pueblo y de los más necesitados, es contrario a la voluntad de Dios. El político honesto y decente, al igual que el buen pastor, está dispuesto a dar la vida por su gente. Es alguien que entrega su vida en actitud de servicio porque se “des-vive” por los demás.

El hombre político y la mujer política, se presenta a sus posibles electores, ofreciéndoles algo muy importante: estoy con Uds., y si me eligen seguiré siempre con Uds. Es una persona convencida de que eso lo dice en serio, y por su misma seriedad, se hará creíble ante los demás. Si se trata de una persona política de verdad, se tiene que traslucir que actúa por amor y no por intereses personales o por dinero. Es alguien de convicciones firmes, claras, que las sabe exponer a los demás, y que es capaz incluso de arriesgar su vida por fidelidad a las mismas.

Esta es la diferencia entre el buen político y el mal político; como la diferencia entre el buen pastor y el mercenario. El primero es capaz de dar la vida por sus ovejas, este último, como es mercenario, no le interesa la vida ni salud de los demás, sino su propia conveniencia; actúa por dinero, y las personas le tienen sin cuidado.

La proximidad de las elecciones municipales en Chile, puede ser la ocasión ideal para que mucha gente de buena voluntad, desencantada del mundo de los políticos, recupere la confianza en ellos. Como en todas partes, también en la política hay de todo, pero creo que son mayoría las personas honestas, serviciales, entregadas, generosas, rectas, que hacen de la política la forma eximia de amor al prójimo.

Para Tejemedios
José Luis Ysern de Arce
Sacerdote, Doctor en Psicología
Chillán, Mayo 2012.



PASCUA DE RESURRECCIÓN Y SENTIDO DE SUPERACIÓN

Los signos litúrgicos de la Pascua de Resurrección nos hablan de luz, júbilo, alegría, encuentro, superación de las dificultades. El hecho ya lo conocemos: hace tres días que Jesús ha muerto y sus discípulos se encuentran anímicamente bajo una angustia de muerte. Están desconcertados, desanimados, algunos de ellos parecen deprimidos casi al máximo. Una de estas facetas de angustia mortal se ve reflejada en el hecho de la dispersión, separación, abandono. Desde el momento en que toman preso a Jesús, estos hombres, llenos de miedo, se dispersan cada uno por su lado, se encuentran desconcertados, y con sentimientos de culpa porque han abandonado al amigo. Han caído en una seria crisis de angustia.

El estado anímico de estos hombres refleja con bastante exactitud lo que nos pasa a cualquiera de nosotros ante situaciones parecidas. El ser humano es tan humano ahora como hace veinte siglos. Cuando vivimos situaciones de angustia nos bloqueamos, nos desconcertamos, nos desorientamos, perdemos el norte. Este desconcierto es vivido por cada uno de una manera característica que le es propia, pero siempre hay algo común que es transversal a todas las personas: el desconcierto, la angustia, el sentimiento de baja autoestima relacionado con el sentimiento de culpa. Todo parece perdido, no se ve ninguna luz, todas las puertas parecen cerradas. Por eso, generalmente, la persona que vive este estado psicológico de angustia y depresión tiende a aislarse, esconderse, no quiere participar con los demás. Pero felizmente, de pronto aparece la luz, se abren nuevas posibilidades, la vida comienza a sonreír.

Es lo que ocurre a los discípulos de Jesús cuando son testigos de que su amigo ha resucitado.  Y ellos resucitan con Él. En términos psicológicos podemos hablar del efecto de la resiliencia. Cuando es de esperar que esta persona reaccione a la baja y se hunda en el abismo más profundo de la depresión, angustia, o reaccione con conductas y comportamientos cada vez más negativos y desastrosos, esta persona se levanta –con sorpresa para sí misma y para los demás- y renuncia a quedarse en el suelo, abatida y postergada. ¡Se ha levantado resucitada! Esto es lo que constatamos todos los días en tantos hombres y mujeres que se superan a sí mismos, y que continuamente se siguen superando.

Conviene advertir algo muy importante:
En el proceso de superación pueden intervenir acontecimientos, personas determinadas, incluso hechos que nos parecen nimiedades minúsculas, a las que antes no habíamos concedido importancia alguna. Y también ocurre algo similar en la Pascua de Resurrección narrada en los libros bíblicos del Nuevo Testamento. Me refiero al rol jugado por las mujeres en este proceso de superación de los discípulos de Jesús. Estos hombres, bastante machistas ellos, tal como correspondía a su cultura, poco o ninguno era el caso que hacían de las mujeres que les habían acompañado en la ajetreada actividad de Jesús, incansable viajero de pueblo en pueblo, por los caminos de Galilea. Pero ellas son las que les traen la buena y desconcertante noticia del sepulcro vacío: Jesús ha resucitado.

Cuántas veces en nuestra vida, de donde menos lo esperamos, y por donde menos sospechamos, viene el acontecimiento, el empujón que nos remece y nos hace levantar de nuevo. Todos, todos los días, necesitamos entrar en proceso de resurrección, renovación y superación. Feliz Pascua de Resurrección.
Para Tejemedios
José Luis Ysern de Arce
Sacerdote, Doctor en Psicología
Abril 2012.


FORMACIÓN INTEGRAL Y EDUCACIÓN

Saludo con mucho cariño a los lectores/as de TEJEMEDIOS, la revista noticiosa de Ñuble, a la que con gusto prestaré mi modesta colaboración mientras pueda. Agradezco a los realizadores de este medio noticioso por la gentileza que han tenido al pedirme el aporte que pueda dar. Lo agradezco de verdad, porque soy consciente de que por medios como este ponemos en marcha un canal de comunicación de alcance ilimitado, bidireccional, interactivo, y de gran llegada. Muchas gracias, amigas y amigos de Tejemedios.

En Chile estamos –al momento de escribir estas líneas- inaugurando el mes de marzo 2012. Empiezan las clases en nuestras instituciones educacionales, tanto de enseñanza básica y media, como de educación superior. La palabra “educación” lleva implícita en los chilenos/as de hoy, una asociación de imágenes vinculadas a las protestas callejeras que el año pasado protagonizaron nuestros indignados estudiantes. Protestaron –y posiblemente también lo harán este año- porque reclamaban una educación pública, gratuita y de calidad.
¿Qué es una educación de calidad? Pienso lo que ya han dicho, mucho mejor que yo por cierto, educadores de gran prestigio, personas con autoridad en el tema: educación de calidad es la que lleva a una formación integral. Así es: nada más y nada menos que una formación integral. Logra una educación de calidad aquel hombre, aquella mujer, que gracias a los medios de educación con los que cuenta llega a ser una persona feliz de la vida, auténtica, autónoma, segura de sí misma, sólida en la base de sus principios, feliz que hace felices a los demás. Una educación así, comienza en la misma familia, pasa por los filtros de las instituciones académicas que la persona frecuente, y no termina nunca. Ya vemos que quien llega a ser persona integral es mucho más que lo que mucha gente entiende por ser “buen estudiante”. No, no es buen estudiante ese niño/a que saca las mejores notas, que obtiene premios por su rendimiento en las asignaturas más difíciles, pero que a la vez está muy lejos de ser reconocido como el mejor compañero, que nunca aparece en un grupo de solidaridad, que jamás se integra a una campaña para defensa de los derechos de las personas postergadas, y que encerrado en sí mismo, no se interesa por el mundo que le rodea. A lo sumo, a ese niño o joven le podemos considerar como alguien inteligente, académicamente aplicado, pero no merece el título de “buen estudiante”, puesto que no ha desarrollado las actitudes de la persona integral.
¿Actitudes de la persona integral o que va camino de serlo? Las que se ven reflejadas por ejemplo en estos verbos: Pedir, Buscar, Llamar. Sí, un joven que se empapa de una educación de calidad es alguien que sabe que no está solo, que nada puede él solo o ella sola y por lo tanto pide ayuda, aprende a relacionarse con los demás, aprende a trabajar en equipo y a colaborar con los demás. También sabe buscar siempre, investigar siempre; no se agota su capacidad de sorpresa, de admiración y asombro, y este mismo sentido de admiración le lleva a ser sencillo/a, a abrir ojos de sorpresa –ojazos de niño- por las cosas más simples y cotidianas, como les ocurre a los grandes científicos e intelectuales. Finalmente, sabe llamar a gritos o en forma silenciosa a otros, cada vez que hay que hacer fuerza para salir en defensa de los oprimidos y marginados. No le importa entonces cambiar sus libros y cuaderno de apuntes por una pancarta en la que sin violencia, pero con mucha fuerza y convicción, expresa su sentir por las causas justas. He ahí la educación integral, la que abarca mente, espíritu, corazón y afecto. Es lo que llamamos, una persona amorosa.

Para Tejemedios
José Luis Ysern de Arce
Sacerdote, Doctor en Psicología