EL AMOR NO SE COMPRA

Si en algo estamos de acuerdo la mayoría de las personas respecto al modo de vida que hoy prevalece, por lo menos en nuestro ambiente chileno, es que el consumismo nos domina. Este es el modo de vida que está de moda: todo se vende, todo se compra. Sin embargo no se vende ni se compra lo que es más importante en la vida: el amor.

Es además, esto del amor, el ingrediente indispensable para la felicidad. Nos lo dirán todos los estudios sobre la psicología humana, desde los más sencillos hasta los más complejos y sofisticados: sin amor no hay felicidad. Amar es el fundamento de nuestra vida. Es la experiencia con la que todos los hombres y mujeres normales se abren a la vida desde que nacen. Por eso el bebé recién nacido es capaz de sonreír a los pocos días de vida, respondiendo así a la sonrisa de su madre. Si teóricamente tuviéramos el caso de una madre que alimentara muy bien a su hijito y le suministrara las atenciones físicas necesarias pero no le diera cariño, cánticos, palabras, sonrisa, caricias, es casi seguro que su hijo crecería con alguna tara psicológica. El cariño, el arropamiento afectivo y emocional, la sonrisa y las palabras, son alimento tan necesario para el ser humano recién nacido, como lo es el alimento físico.

Por eso para ser felices es necesario aprender a amar bien. Cuando este aprendizaje no se ha logrado en buena forma vienen las distorsiones del amor. Una muy frecuente es la del amor deformado e inmaduro como tendencia a imaginarlo en forma psicológicamente pueril. Les sucede a las personas que al referirse al amor lo ven o lo sienten en forma pasiva y no activa: ¿soy yo amado/a? Vivir así el amor es muy problemático en todos los órdenes, pero especialmente en la relación de pareja. Una persona así es muy infantil y creerá que el amor lo tiene que comprar: siempre tendré que hacer méritos para que me quieran. En el fondo tiene una opinión muy pobre de los demás, pues piensa que nadie posee la capacidad de amar en forma generosa y gratuita. Es algo así como creer que todo el mundo ama o hace cosas buenas solo por interés y por sacar provecho de todo. Conocemos personas que viven preguntando a los demás cuánto le pagan por hacer esto o lo otro, o cuánto vale tal o cual cosa. Se sorprenden al ver a muchos jóvenes que parten a trabajos sociales de voluntariado durante sus vacaciones, o cuando un profesional es generoso y realiza su trabajo en forma gratuita a personas de escasos recursos. Hay personas tan poco educadas en el amor que no les cabe en su mente estrecha que otros puedan vivir y servir por solo amor.

Este es el problema del consumo que nos consume. Nos olvidamos de la gratuidad del amor, y de que sí que hay gente feliz sirviendo de corazón a los demás. Las personas infantilizadas en el tema del amor nunca serán felices porque vivirán pendientes de qué hacer para que el otro se fije en mí y vea que soy importante. Pierden naturalidad, libertad y espontaneidad. Son personas conflictivas, envidiosas, protagonistas de rivalidades sin cuento, víctimas de celos enfermizos. Es imposible que así sean felices.

El verdadero amor siempre es gratuito, sin esperar nada a cambio. Y por lo mismo, este es el amor que suele ser correspondido: Una persona que ama así, cae bien a los demás, da gusto estar con ella. Los demás la aman porque no la ven interesada ni manipuladora. Esto es lo que nos hace sentirnos felices. El amor se construye en uno mismo; ni se vende ni se compra.

Para Tejemedios escribió:
JOSÉ LUIS YSERN DE ARCE
Sacerdote. Doctor en Psicología