Escribo estas líneas cuando todavía suenan en mis oídos las campanas del Vaticano despidiendo al Papa Benedicto. Ríos de tinta han corrido desde que este hombre anunció su renuncia al cargo. Tintas de todos los colores: desde aquellas que desde el primer momento, con gran altura de miras, se atuvieron a lo expresado por el mismo protagonista, hasta aquellas que simplemente se dedicaron al morbo puro y duro. Yo no pretendo enmendar la plana a nadie, pero sí me interesaría, a partir de este hecho que ha tenido resonancia en el mundo entero, hacer una pequeña reflexión que nos puede servir a todos, moros y cristianos, creyentes y no creyentes.
La decisión de este hombre de retirarse ahora, después de que a través de la historia haya que remontarse a muchos siglos para encontrar un caso similar, me trae una gran enseñanza: hay que caminar por la vida siendo hombres y mujeres amigos de la verdad. Lo cual significa también ser personas humildes. Nadie de mis lectores me negará que pocas cosas hay más bonitas en la vida que encontrarse con personas sencillas, veraces y humildes. Santa Teresa de Jesús, la de Ávila del siglo XVI, mística culta, poeta y escritora, Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca, decía que andar en verdad es humildad. ¿Por qué? Porque ambas virtudes o actitudes son inseparables. Si eres una persona que ama la verdad, esta actitud la practicas ante todo contigo mismo/a. Lo cual significa conocerte bien y reconocer tanto tus aciertos como desaciertos, tus virtudes como tus defectos, tus luces como tus sombras, tus aptitudes como tus ineptitudes, capacidades como incapacidades. A la misma Teresa de Ávila un día alguien le dijo algo así como: “¡Ay madre Teresa! Usted sí que tiene suerte... porque todos hablan tan bien de Ud. Dicen que Ud. es tan santa, y tan inteligente y hasta tan guapa”. Teresa respondió algo así como: “si soy santa, eso no lo sabe nadie, dejémoselo a Dios: solo él sabe quién es santo y quién no lo es; en cuanto a que soy inteligente... desde luego, tonta no soy. Y lo de que soy guapa... a la vista está.” Estas son las personas veraces y humildes. Si es verdad que posees este o el otro don, ¿por qué lo vas a negar? Sería falsa humildad. Pero tampoco presumas de lo que no eres, porque faltarías a la verdad.
El gran psicólogo suizo C. G. Jung decía que todos nosotros necesitamos recorrer distintas etapas o estadios para llegar a la madurez, a la autonomía personal. Ese recorrido se va haciendo a lo largo de la vida, por medio de un caminar que él llama “proceso de individuación”. Algo así como llegar a ser uno mismo. En esas etapas, una de las que más me llamaron la atención cuando era estudiante de Psicología, es la que este autor llama “integración de la sombra”. Cuanto más intensa es la luz que me da de frente, más notoria es también la sombra que dejo a mi espalda. Es lo negativo de cada uno, que tengo que saber aceptar con la misma naturalidad con la que acepto la luz. Esa es la vida, así somos las personas. Integrar la sombra quiere decir que no me desespero por mis defectos y fallos, sino que los asumo e integro en el desarrollo de mi personalidad para poder superarlos. Nadie puede superar lo que no conoce o acepta. Un adicto al alcohol o a cualquier otra droga no se superará hasta que un día, mirándose de frente al espejo, sin bajar los ojos, se dice a sí mismo: soy un alcohólico. Esa es su verdad, y solo asumiéndola podrá liberarse del problema. La verdad nos hace libres. El hombre y la mujer que son amantes de la verdad y de la humildad, son personas que andan por la vida irradiando libertad. ¡Felices ellos!
Para Tejemedios escribió:
JOSÉ LUIS YSERN DE ARCE
Sacerdote. Comunicador, Doctor en Psicología.